En la mayoría de las calles se colocaron dos azulejos, y se fijaron otros 1420 azulejos para numerar las casas, no superando la mayoría de las calles los diez números. Se trataría, por tanto, en su mayoría, de calles cortas, de las que además conocemos los nombres por las dos relaciones que se hicieron con la nomenclatura de las mismas. De las más 214 piezas colocadas para nombrar las calles, quedan en la actualidad once, nueve de ellas todavía en sus enclaves originales y las otras dos en el Museo de Cáceres y en la Universidad Popular. No corrieron mejor suerte los azulejos que numeraban las casas, de los que apenas quedan siete piezas. El expediente ofrece datos exhaustivos relativos a la financiación y al coste económico de todo el proceso, ascendiendo el importe total de la fabricación, transporte y colocación de las piezas cerámicas a algo más de 12300 reales de vellón.
Pero el documento encierra un significado que va más allá de la importancia histórico-artística de los azulejos. Como ya se había hecho en otras ciudades con Audiencia, la ciudad fue dividida en cuatro cuarteles, a cuyo frente estarían los jueces de cuartel, que serían los cuatro alcaldes del crimen de la Real Audiencia. Cada uno de estos cuarteles se dividía a su vez en tres barrios. De esta forma se facilitaba la identificación de los vecinos con vistas a la recaudación de impuestos y se favorecía el mantenimiento del orden público. Por tanto, la fijación de estos azulejos cumplía no sólo la función de orientar a vecinos y foráneos, sino que formaba parte de una nueva etapa caracterizada por un mayor control por los poderes públicos de los habitantes de las ciudades.